miércoles, 27 de octubre de 2010

   Casi sin excepción alguna el lenguaje es portador de posicionamiento ideológico,es por tanto,fuerza activa.  Cuando utilizamos expresiones cuasi comunes lo que verdaderamente estamos haciendo es posicionar nuestras propias ideologías volcadas a traves de la adjetivización.  Si esta labor la trasladamos a los medios u al Estado lo que realmente estamos haciendo es una labor de perversión.
   La actuación de los gobiernos a traves de la acción violenta no ya solo contra las fuerzas exteriores sino también contra los propios nacionales se mide a traves del mensaje; cada vez es mas frecuente la utilización de expresiones que tienden a demonizar al ciudadano,al individuo; otras, las más,lo que trata es de suplantar aquellas acciones violentas por mensajes canalizadores de transferencia de hechos; así, nos encontramos con expresones como: "daños colaterales" o "ejecución extrajudicial"  u otras de corte similar en los que las acciones violentas de los estados tratan de soterrar bajo el velo de la indiferencia los crímenes mas atroces.  En algunos casos la opinion formalizadora de los medios allanan el camino propuesto y,otras demasiadas veces, son los propios medios afines los que hallan la palabra adecuada que fecunda en su iteración tantas veces reiterativa.   La repetición de una mentira no la hace mas verdad pero si ayuda bastante a que fenezca en el pozo de la indiferencia no ya por inoperancia de la idea a trasmitir sino por el constante bombrdeo a que la ciudadanía se ve sometida.   Solo la fuerza reiterativa de las voces contrapuestas es capaz de lograr que aquellos efectos perversos triunfe o logre sus fines; cuando esto sucede se debe,las mas de las veces,no al triunfo de las ideas sino a la complicidad de los afines.   O lo que es lo mismo,alguien desde dentro acaba hasta los limones de su jefe.

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