
No creo exagerar si digo que estamos en una sociedad que vitorea el fraude y aplaude a raudales al defraudador de lo público. La mayoría no tiene reparo alguno en tachar aquellas actitudes como sinónimo de espabilamiento,de listeza,de ser fino y no tonto, como haciendo ver que los demás si lo son;claman con voz apagada si ese alguien es cercano y apaciguan el gesto cuando lo sisado,lo adulterado,lo amañado en lo público es algún politico populista,o un empresario caradura o,al fin,un particular con presteza de golfo. Tal vez la raíz halla que buscarla en la separacón entre lo público y lo privado que,desde demasiado tiempo,se ha querido inculcar entre la población toda vez que faltaba una cultura de respeto hacia el funcionario. Pero esta separación ha obrado como un dique entre aquel,político o funcionario, y el usuario o ciudadano. La separación es tan grande que aquellos se olvidan que estan al servicio de aquellos y,estos, obvian que son ellos los que propician, ya sea con su esfurzo,ya con su voto,ya con su pasotismo, que esta practica se perpetúe.
Mucho habrá que cambiar; y muchas voces son las que claman, cada vez con mas fuerza, que lo publico nos tiene que doler a todos. A unos para que respeten los bienes y a los otros para no alentar al defraudaor,al ladrón o la conseguidor de prebendas.
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