miércoles, 5 de enero de 2011

Demasiados Adjetivos.

  Toda investigación que pretendamos realizar sea de la  naturaleza que sea ( bien cuantitativa o bien  cualitativa), está constituida por dos etapas como premisa fundamental, a saber: la recolección de la información necesaria y suficiente que  hubiere disponible y,segundo, la estructuración de esa información recabada.
   Pero suele ser habitual que con toda esa información el manejo que de ella solemos hacer,sobre todo en los soportes escritos, es una utilización sobredimensionada de la adjetivación.  Utilizamos demasiados adjetivos.  Unas veces para ocultar nuestro propio conocimiento,otras para tratar de imponer nuestros pareceres,casi siempre para ocultar la opinión del otro.
   Bacon solía decir que los adjetivos son las palabras mas profundamente equivocadas en contraposición con los sustantivos.  El dísimil que nos aporta,y e aquí otro adjetivo,no es razón suficiente para anteponerlo a lo que de unívoco nos aporta aquél. 
  Cuando defendemos nuestros postulados no solo debemos ir cargados de razonamientos lógicos sino que debemos aportar un morral de claridad que facilite sin atonía u claroscuros lo que queremos aportar.   Citando a Ortega en relación con su actividad propia e íntima decía: la claridad es el alma del filósofo.  Pero esto lo deberíamos hacer extensible a todos.  Y lo cierto es que en el lenguaje hablado no solemos hacer tanta ostentación de lo adjetivable sobre todo porque nos apoyamos en lo gestal,en el rictus,en el aspaviento.
  Cuando no creamos con rádical notoriedad en nuestros asertos deberemos dar una vuelta de tuerca hasta lograr que la comunicación que deseamos trasmitir se acerca a nuestra primigenia intención.
  Pero bueno, es solo un buen deseo para el año nuevo.  Que trataré de cumplir con mas ahinco que el de dejar de fumar.

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